lunes, 22 de diciembre de 2008

En Resumen...

Para muchos de estos chamaquitos que, a lo Cristóbal Colón, ahora "descubrían" algo que ya existía desde mucho antes que ellos tuvieran uso de razón, Jerry Rivera fue su introducción formal a la salsa. Y hasta ahí su importancia, para efectos de este género. Claro, el efecto payola en mercados importantes como Puerto Rico y las ciudades con mayor presencia latina en Estados Unidos (NY, Miami, Chicago, Orlando, San Francisco) hacen que otras orquestas realmente talentosas que surgen dirigidas hacia este mercado, como los venezolanos de la Adolescentes Orquesta, pasen desapercibidas.


De estos muchachos haber tenido la difusión que merecían, atrocidades como los Salsa Kids y Servando & Florentino jamás hubieran sido posibles. Y probablemente los hermanos de Jerry Rivera se hubieran dedicado a otra cosa que no fuera la música, por el bien del género salsero.
En esa misma onda de "mamitos" (¿se acuerdan de aquel viejo tema de los Dandys?) aparece el cubano Rey Ruiz, otro de los experimentos que lanza Sony en los 90's. Se dice que antes de llegar a Miami vía "la Gran Regata de Mariel" en los 80's ya tenía cierta experiencia como cantante detrás de la Cortina de Caña, pero nunca se confirmó esto con pruebas.


Contrario al caso de Jerry, sin embargo, este otro Ruiz sí tiene buena voz y sabe proyectarla bien, mas tiene lo suyo en el soneo. Pero Sony, lejos de explotar el potencial en su voz, concentra su campaña en su físico y le crean un repertorio convencional, según los estándares que ya dictaba la industria entonces.


Surge entonces el disco donde debuta en 1992, el cual lleva como título su propio nombre. Temas como "No Me Acostumbro," "Si Me Das Un Beso" y "Amiga" encuentran cabida en la radio y la audiencia femenina acoge al cubano cálidamente, convirtiéndolo en moda. Pero, al igual que el caso de Johnny Rivera en RMM, a Ruiz se le acaba la gasolina antes de lo usual cuando el mismo "montunito llorón" al cual lo encasillan desde el arranque empieza a sonar odioso.


Todavía quedaba algo de frescura en "Mi Media Mitad," de 1994 y disco que le mereció a Ruiz la difícil encomienda de ser el acto de apertura del reencuentro de la Fania All-Stars ese mismo año, prueba de la que salió relativamente airoso ante un público exigente y que conoce de la buena salsa, no el tradicional Top 40 que acoge todo lo que le payoleen en radio.


En Puerto Rico un caso similar al de Rey Ruiz se da con Víctor Manuelle. Apadrinado por Gilberto Santa Rosa, quien una vez lo trepó a la tarima a fajarse con él y luego lo escucha sonear con la banda de Don Perignón (Pedro Cortijo Morales, ex director musical de Andy Montañez y genio creador de la Orq. Puertorriqueña), llega a Sony de la mano de éste.


Con los dos primeros discos, "Justo A Tiempo" (1993) y "Solo Contigo" (1994) no pasa mucho. A Víctor le dan el mismo tratamiento que a Rey Ruiz y lo encajonan en el montunito llorón de siempre. Pero para el tercer disco, "Víctor Manuelle" (1996), Sony le encomienda el proyecto a Sergio George, quien ahora es independiente y no está atado a RMM. Sergio descubre el potencial de Víctor en el soneo y decide explotarlo, dando con la fórmula ganadora. En esta grabación solo acompaña a Víctor el timbalero Chago Martínez (el mismo de las sesiones de TH-Rodven), quien ahora toca en carácter de exclusividad con él y es su director musical, mientras Sergio redondea el equipo con su propia tribu: Marc Quiñones, Luisito Quintero, Johnny Rivera, Huey Dunbar y Rubén Rodríguez, entre otros.


De este tercer disco, todavía el mejor de Víctor en su carrera y por amplio margen, pegan casi todos los temas, especialmente "Como Una Estrella," "Pensamiento Y Palabra" (original de Wilkins), "Volverás" y "Hay Que Poner El Alma." Irónicamente, el mejor tema del disco, salsosamente hablando, es precisamente el único que jamás pasó por la radio: "Ahora Me Toca A Mí," rabiosa descarga donde un retador Víctor Manuelle demuestra que tiene cría y que no es meramente otro cara bonita más (aquí un invitado Jimmy Bosch suelta su trombón furioso mientras el equipo rítmico de George se destaca a sus anchas). Pero esta feliz experiencia no se repite del todo.


La impresión que da la manera en que se mueve el mercado salsero en estos momentos, es la siguiente: la industria (entiéndase por esto las disqueras y los que allí mandan y van) y la masa salsera van por caminos opuestos.


El éxito en taquilla de los recientes duelos de soneros (como el primero entre Cano Estremera y Domingo Quiñones), re-encuentros salseros y aniversarios de orquestas como la Sonora Ponceña, Bobby Valentin, La Mulenze y Willie Rosario, así como eventos como el ya tradicional Día Nacional De La Salsa en Puerto Rico (que se celebra todos los tercer domingos de Marzo) dan la esperanzadora impresión de que el salsero promedio quiere y exige que la salsa vuelva a sus raíces (sin que esto implique necesariamente volver a los 70's literalmente, sino rescatar ese sabor que en ese entonces era obligado y se ha ido perdiendo).


El hecho de que países como Colombia hayan mantenido la salsa bailable en el nivel de calidad que exige el salsero de la mata, gracias a personalidades como Diego Galé, Alfredo de La Fe y Jairo y su Grupo Niche (aunque por razones no muy claras su música rara vez se escuche de este otro lado del caribe), también contribuyen a un nivel de sobrada importancia.


Pero la industria ya lleva demasiado tiempo como con la sartén agarrada por el mango como para quererla soltar ahora, así que ellos allá siguen pariendo salsa monga (y obligando a varios de los mejores exponentes del género a seguir esa línea para sobrevivir) y siguen creando caras bonitas o, en el peor de los casos, clones descarados del artista que más vende (en estos momentos, Marc Anthony).


El problema es que, mientras esos otros discos se sigan vendiendo, aunque sea entre la masa Top 40 payolera y no entre los salseros de verdad, la industria y la salsa, así a secas, seguirán por caminos paralelos.


De cualquier forma, la salsa no morirá pese a la globalización y a las tendencias capitalistas de imponer ritmos desechables y de modas pasajeras, hay público para todos los gustos, unos vieja guardia o clásicos y otros modernos o de vanguardia. Habrá gente que considere que lo mejor de la salsa fue la época dorada de los sesentas y setentas es decir la salsa dura, otros sostienen que como todo arte debe evolucionar con nuevas propuestas, sonoridades, temáticas etc.


Sin más, pues, queda de nosotros los salseros de todos los días hacer la diferencia en nuestro género, apoyando lo que de verdad merece apoyo y repudiando aquello que no vale, aunque tenga mil padrinos detrás. Despierta, camarón, que la corriente te lleva, como dijo "Perico." Aprende a reconocer al bacalao aunque venga disfraza'o, como dijo Colón...


Y como dice Harlow en ese español goleta tan característico de él (y que los buenos salseros hemos aprendido a traducir): ¡Que viva la música nuestra!

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